La moda del cine asiático pegó fuerte en los festivales y salas de medio mundo a principios de este milenio (hace mil años ya). De repente, todas las cabezas se volvían hacia oriente buscando miradas frescas, nuevas e innovadoras y no había festival del mundo que no luciera en su programación lo mejor de lo mejor del cine chino, japonés, filipino, tailandés o taiwanés. El descubrimiento de cineastas como Tsai Ming-liang, Wong Kar-wai, Apichatpong Weerasethakul (¿Dónde estás, amigo? ¿Para cuándo nueva película?), Hou Hsiao-hsien, Lee Chang-dong, Hirokazu Kore-eda, Jia Zhang-ke, Zhang Yimou, Sion Sono, Johnnie To o Takashi Miike alegró durante bastante tiempo a los cinéfilos de pro y sus películas acumularon premios en todo el mundo. A ese boom siguió una cierta resaca, que reveló a las duras que no todo el monte era orégano y que detrás de los grandes autores, empezaba a llegarnos también ese cine de consumo local, más industrial y acomodaticio, que hizo que el souflé empezara a bajar un poco.

Los últimos años nos han permitido separar de nuevo el grano de la paja y han empezado a iluminar de nuevo el panorama, consolidando nombres que se han convertido en verdaderos referentes, imprescindibles no solo para entender el cine asiático sino todo el cine contemporáneo, y al mismo tiempo asistimos maravillados a un relevo generacional que seguro que traerá grandes alegrías. Estas dos vertientes están claramente presentes en el D’A Film Festival Barcelona, que programa algunas de las mejores películas asiáticas del año. El D’A 2019 reafirma el lugar de honor de maestros absolutos como Hong Sang-soo (por partida doble en el festival con Grass y Hotel by the River, mejor actor en Locarno), Tsai Ming-liang (con Your Face, su osado ejercicio de observación de rostros humanos al ritmo de la música de Ryuichi Sakamoto) o Lav Diaz (con esa locura en formato musical de maravilloso título, Season of the Devil).

Pero la sorpresa estalla en forma de festín cinematográfico con cinco de las películas asiáticas imprescindibles del año: Asako I & II de Ryûsuke Hamaguchi, ganador del premio del público en el D’A 2016 con Happy Hour; el ganador del Leopardo de Oro en Locarno, Yeo Siew Hua con la urgente A Land Imagined; Jesus de Hiroshi Okuyama, una de las películas más emotivas del año que se llevó el Premio Kutxabank – New Directors en San Sebastián.

Y dejamos para el final las dos películas más rotundas procedentes de China, dos obras maestras absolutas. An Elephant Sitting Still es la película más desesperada del año, una mirada pesimista al callejón sin salida en que parece haberse convertido el día a día en la sociedad china, desprovista de valores, con vínculos familiares cada vez menos sólidos, y aun así, en manos de su director Hu Bo (que se suicidó poco después de terminar esta su primera película) se convierte en una experiencia cinematográfica imprescindible. El también chino Bi Gan deslumbró en el D’A 2016 con Kaili Blues, un trabajo heredero del mejor Jia Zhang-ke que introducía en su mirada costumbrista el destello de lo mágico. Ahondando en ese territorio, presenta ahora Largo viaje hacia la noche, una película que rompe esquemas con un noir que bebe tanto de Wong Kar-wai como de David Lynch y que incluye una prodigiosa hora de su metraje en 3D. Una de las películas más impresionantes del año.

Sílvia Grumaches