Isaki Lacuesta

Ya puestos, si por mí fuera, la sección “Absolut risc” se llamaría “Placer absoluto”. Al fin y al cabo ¿a qué nos arriesgamos en un cine? No tengo noticia de nadie que haya fallecido por ver una película espantosa, y tampoco consta caso alguno de cineasta desintegrado tras haber dirigido un engendro: aquí me tienen, sin ir más lejos, bailando por las noches y escribiendo alegremente en los diarios. Y sin embargo, pocos conceptos gozan de mayor reputación crítica que el de “riesgo cinematográfico”, como si espectadores y cineastas pudiéramos compararnos con paracaidistas o neurocirujanos, cuando en el peor de los supuestos, el peligro más grave es un rato de hastío o, en el caso de los cineastas, la ruina económica absoluta, nada serio en esta Europa en que arruinarse no es más que el primer paso para llegar a ser alguien importante de verdad, quizás un buen banquero.

Placer absoluto, entonces: una selección de películas que son maravillosas porque ninguna de ellas existía antes de ser realizada, circunstancia que parecería obvia pero que es rarísima en el cine contemporáneo. Estas seis películas son nuevas, pero nuevas de verdad.

Para empezar, es imprescindible ver Diamond flash, de Carlos Vermut: sería una insensatez perdérsela. Hay que verla porque da risa y miedo y pena, tojunto, y porque descubrirán el talento en ebullición de un cineasta llamado a marcar época. Tampoco dejen de ver Ensayo final para utopía, ese supuesto ensayo del hipersensible Andrés Duque que en realidad es un poema tristísimo y vagabundo, compuesto con versos libres y sotto voce, en el que los hombres bailan ensimismados, como el propio Duque, como si el mundo fuera a terminar a medianoche, o saltan de improviso y se quedan suspendidos en el aire para siempre, sin perder la compostura.

Self made es el primer largometraje de Gillian Wearing, premio Turner y celebridad en el mundo del arte: una película poderosa, perturbadora, que se concentra en sacar a la luz todo aquello que nos resulta más complejo expresar. Justo lo contrario de lo que busca Buenas noches, España (no, el título no es de Angela Merkel), con la que Raya Martin, el joven prodigio filipino, sigue circundando la historia de su país mediante alusiones cada vez más soterradas, desde distancias físicas cada vez mayores, como si tuviera la necesidad vital de teletransportarse a las antípodas imaginarias, que pasan por Bilbao, tal vez para hacer tiempo (esa expresión tan optimista), tal vez para verificar si desde el otro lado logra reencontrarse a sí mismo y resucitar de una vez de entre los restos a una Manila asesinada. “Amanecidos” es el esperanzador debut cinematográfico de Yonay Boix y Pol Aragall, dos jóvenes licendiados del CECC, apadrinados por Lluís Miñarro, que nos ofrecen una serie de estampas impresionistas sobre el amor y otras derivas a los veinte años. Y “El alma de las moscas”, de Jonathan Cenzual, es una comedia desinhibida, que aúna fanfarrias gallegas y guiños lo-fi a Amanece que no es poco con la temeridad de quien sabe que no tiene nada que perder.

No parece que ninguno de estos cineastas vaya a terminar siendo banquero. ¿Y sus espectadores, corren algún tipo de riesgo? Definitivamente no, a menos que sean ustedes de quiénes consideran que, entre las formas de riesgo, no es la menor el placer.