La relación de títulos que conforman este año la sección Un Impulso Colectivo del D’A Film Festival Barcelona podría ser también un parte de guerra: la situación es difícil, pero seguimos en nuestras posiciones. Y esto no lo decimos nosotros, sino las distintas películas seleccionadas, que dan cuenta de una obcecación, de un empecinamiento. Aunque en nuestro entorno hacer buen cine sigue siendo muy complicado, aunque los autores jóvenes deben superar mil y un escollos para poder filmar, ello no es obstáculo para que sigan haciéndolo. Eso sí, ya no hay lugar para la ingenuidad ni el candor, ni siquiera para las medias tintas. Las cosas son como son y hay que decirlo a los cuatro vientos, aun a riesgo de levantar ampollas. Por eso nuestro impulso es cada vez más combativo y menos complaciente.

Las películas de esta edición parecen filmadas en un campo de minas, en un contexto en el que las nuevas generaciones se mueven y sobreviven como pueden. Y ello se refleja en estéticas poderosamente alternativas, que se niegan con agresividad a plegarse a los designios del mainstream. La consigna general parece ser la resistencia a toda costa, pero ello no impide que termine instalándose entre nosotros una cierta melancolía, tanto por las batallas perdidas como por el tiempo que queda atrás. Por ello, las imágenes que nos ofrece la sección son a la vez bellas y provocadoras, transmiten que no va a haber rendición ni en el estilo ni en el discurso, que no hay que resignarse ni renunciar a nada. Y por ello, también, los cortometrajes adquieren este año un protagonismo inusual: ese formato de guerrilla, esos comprimidos feroces en su lacónica brevedad, son el mejor testimonio posible del estado de las cosas.

Carlos Losilla